¿Sientes que tu vida está estancada? ¿Llevas tiempo sin
realizar cambios, ni perseguir metas? Si es tu caso, sigue leyendo, porque el
miedo a sentir dolor si algo va mal, provoca que nos estanquemos en la vida…
Cuando miras las fotografías de antaño, ves la imagen de una
mujer más joven, pero no sólo en lo físico sino que también en lo emocional.
Tal vez mires las fotos y veas unos ojos llenos de ilusiones, metas, propósitos
y felicidad…
¿Recuerdas esos objetivos que tenías? Eran muchas y
fabulosas. Sin embargo, pocas de ellas alcanzaste. En el sendero las cosas no
salieron del todo bien y te traicionaste, abandonando tus sueños. Hoy al ver
aquella mujer que fuiste alguna vez, te sientes detenida, estancada y
paralizada. ¿A qué cosas te vendiste? ¿Qué hiciste más importante que tus
deseos? Nos estancamos por intentar evitar el dolor: Una de las
particularidades de los seres humanos es nuestra capacidad de evadirnos. Y
cuando tenemos la sensación de tener grilletes en los pies que detienen nuestro
andar; es porque hemos elegido desviarnos de la ruta, tomar un atajo… algo que duela
menos. Cuando sentimos que nos hemos estancado en la vida, suele ser porque por
miedo a sufrir o llevarnos un revés, dejamos las cosas como están.
La vida estancada: El sexo, las compras, la comida, el
alcohol, las drogas y el trabajo en exceso se convierten en algo que nos ayudan
a evadir momentáneamente el dolor. ¿Qué queremos evitar? Que nos duela.
Queremos vivir sin dolor. El dolor lastima, el dolor duele, y no queremos
experimentarlo, porque nos han inculcado el pensamiento de que lo que duele no
sirve, que sentir dolor es signo de fracaso, y sobre todo, que no lo vamos a
poder superar. Por miedo al dolor, evitamos demasiado: Nos han ofrecido una
vida de ficción. Porque el dolor duele y no siempre es malo, es parte de la
naturaleza de vivir. Con dolor nuestra madre nos parió, y con dolor fuimos
capaces de abrirnos camino a una nueva vida fuera del útero, ese mismo dolor
fue el que nos permitió afrontar la respiración por primera vez, y el que nos
sacudió el alma cuando nos cortaron el cordón umbilical y nos separaron de
mamá… y sin embargo, nos mantuvimos vivos. Si siendo tan pequeños lo logramos,
¿qué te hace pensar que ahora no serías capaz de enfrentarte al dolor? El dolor
es necesario, porque nos da razones para seguir, porque las experiencias que
nos duelen son restas y sumas de la vida que nos permiten crecer. El dolor nos
ayuda a tomar pasos: Si hoy te sientes detenida, es simplemente porque elegiste
congelar tu vuelo, reservando el dolor para otro momento, para cuando estés
lista, preparada… pero lo único que has logrado con esta demora, es agregarle
una cuota más de dolor a tu existencia. ¡Sé libre para vivir, reír y sentir
dolor!
Si te permites simplemente sentir lo que venga, vas a fluir
con la vida, no estarás estancada. Tu naturaleza es evolucionar, cuando
intervienes caprichosamente porque las cosas no son como deseas, entonces
involucionas. Cada pasaje de nuestra historia por más dolorosa que sea nos trae
crecimiento personal. No te distraigas, disfruta de todas las bendiciones que
el universo tiene para ti, incluso de esas que en el principio parecen fatales,
el tiempo te muestra que era lo mejor para volverte libre y plena.

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